Hechizada. Los libros de Otro Lugar 2 (Las Tres Edades) by Jacqueline West

Hechizada. Los libros de Otro Lugar 2 (Las Tres Edades) by Jacqueline West

autor:Jacqueline West [West, Jacqueline]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788415937715
editor: Siruela
publicado: 2013-11-06T06:00:00+00:00


Una escalera de madera desvencijada iba menguando desde la trampilla en la oscuridad. El estante donde habían estado almacenadas las cenizas de Aldous McMartin aguardaba junto a la escalera, desnudo salvo por una gruesa capa de arenilla y el encaje polvoriento de las redes de araña. Debajo del estante, Olivia pudo atisbar paredes sucias abarrotadas con soportes de madera que iban hasta el techo del túnel, como las vigas de una mina. La única mina que Olivia había visto era la de un parque de atracciones, donde podías conducir pequeños carritos de minero arriba y abajo de colinas subterráneas a través de estalactitas hechas de brillante espuma de poliestireno. Aquel túnel tenía un aspecto muy diferente al de este otro. Con el simple hecho de estar arrodillada a su entrada, Olivia captó la sensación de que algo la esperaba bajo la vieja casa de piedra… algo real, algo tan grande que su gravedad la empujaba hacia dentro.

Una mitad de Olivia quería dar un portazo a la trampilla y correr escaleras arriba. La otra mitad quería apresurarse a bajar dentro del túnel y explorar antes de que nadie pudiera detenerla. Pero ambas mitades sabían que si se echaba atrás ahora se arrepentiría. La cuestión de qué era lo que la esperaba bajo la trampilla le remordería la conciencia implacablemente, como un picor en medio de la espalda justo allí donde uno no alcanza a rascarse. Después de un largo momento, Olivia se adentró en el agujero y colocó el farol de camping en el estante donde había estado la urna de Aldous. Luego, cautelosamente, bajó el primer peldaño de la escalera.

La madera crujió debajo de ella. Bajó lentamente al siguiente escalón, sintiendo cómo la madera vieja se doblaba y se combaba. Ahora que todavía podía alcanzarlo, agarró el farolillo, y luego saltó el último tramo que le quedaba hasta el suelo. La caída fue más alta de lo que esperaba. Aterrizó golpeándose con fuerza los dos pies desnudos, tropezó hacia delante y consiguió recuperar el equilibrio justo a tiempo para evitar caer de cara al suelo, o para que se le cayera el farol, que habría sido aún peor.

Si el sótano era frío, el túnel de ahí abajo estaba helado. Los pantalones cortos y la camiseta de Olivia de re- pente parecían mucho más pequeños y finos que antes. Sus pies desnudos, al contacto con el suelo congelado, ya se estaban quedando entumecidos. Tiritaba, apretando los dos brazos con fuerza contra su caja torácica. El aire del túnel era húmedo, teñido de un débil aroma dulzón y putrefacto que resultaba nauseabundo. Olivia permaneció de pie entre las paredes de barro compacto, en aquel frío continuo, y se dio cuenta de que eso debía de ser lo que se siente en el fondo de una tumba. Pero las tumbas tenían solo dos metros de profundidad. Aquello era mucho más profundo. Y más oscuro. Y más frío.

El farolillo manchaba pálidamente las paredes y el suelo a su alrededor. Más allá de esa mancha, solo había oscuridad.



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